No me digas que crees en Dios.
(Los Álamos)
(Los Álamos)
Cram, cram, cram.
Las botas golpean pesadamente el piso de madera. Apoyó el vaso en la mesa gastada, vencida por los años, y pensó en el desierto. La locura del sol había terminado. Logró salir con vida de esas ardientes arenas del Infierno. El desierto, igual, seguía ahí. Al acecho. Como una posibilidad. Una posibilidad como la muerte, también. Ya se sabía el cuento de haber venido del desierto, de haber tenido que irse. Escondite de serpientes y escorpiones.
Cram, cram, cram.
La boca seca, los labios partidos. La sal y la arena. El desierto.
Nessun commento:
Posta un commento