Pizza

No quema, no duele, no arde. Caminaba desnudo entre las estatuas de sal que se levantan de la tierra polvorienta. Cuando estabas dormida, cayeron miles de carbones encendidos que rebotaron contra el piso. La lengua de fuego hablaba con voz clara, clara e imperfecta. Sentía secarse mis ojos bajo los puñados de sal gruesa que los cubren. No volveré a ver como lo hizo Saulo de Tarso, al llegar una tarde a Damasco. No volveré a ver porque no persigo a nadie. Me quema, me duele el viento que sopla desde el polo del infierno. No aprendas a leer. Quiero ser tu mamá y cuidarte. Quiero ser tu mamá y pegarte para que te vayas a dormir temprano. Que te queme, te duela y te arda el sol fuerte de la playa. Mientras, mis venas serán ríos de venenos neurotóxicos y gangrenantes. Máma, me quema, me duele, me arde. No me pegués, que no quiero ir a dormir temprano. Quiero alcoholizarme. Quiero dejar que me arruine la vida de la mejor manera.